Haciendo la típica limpieza que toca cada cierto lapso de tiempo, encontré una caja con fotos (muchas, muchas fotos). Realmente me fue imposible no tomar la caja, llevarla al comedor, y empezar a hojear los álbumes. Y oh sorpresa! ahí estaba de nuevo. La nena de rulitos color caramelo, con una sonrisa despreocupadamente feliz, propia de sus 4, 5, 6 y 7 años. La vi contenta con su hermanito de 8. La vi entusiasmada festejando su cumpleaños. La vi payaseando, haciendo caras con su papá. La vi sencilla, en los brazos de su padrino Darío. La vi encantada en los brazos de su mamá. A veces me gustaría saber que fue de esa nena. Me gustaría saber donde está, donde dejó lo que parecía ser una infancia lúdica e inocente. Donde dejo sus tirabuzones color de Sol, sus enteritos de jean?. Donde estas Darío? Donde estas Patricia?
Hace muchos años que ya no soy esa nena. Creo que las fotos se inventaron para recordarnos quien en realidad somos. Yo particularmente no creo que la gente cambie. Todos somos los mismos desde la cuna, solo que evolucionamos, para o mejor o quizá peor. Desde su lugar, las fotos te hacen acordar que la gente que hoy no está, ayer si estuvo. Que el vago recuerdo que tenes no es faláceo, es tan real como vos, como yo. Nos hace acordar que la felicidad fue infinita. Que tuvimos una infancia de la cual podemos estar orgullosos. Las fotos nos recuerdan, las fotos no nos dejan olvidar. Y lo mejor de todo, es que nos dan esperanza. Nos dan la posibilidad de jamás dejar atrás lo que fuimos, de recordar que nuestra escencia sigue intacta, que todavía somos aquella nena a la que le gustaba jugar a las muñecas.
no sé por qué se me llenaron los ojos de lagrimas, tenés que ser escritora.
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